La tuberosa, el nardo, esa flor con un aroma tan opulento que narcotiza a propios y a extraños. Puede que la rosa sea la reina de las flores, pero la tuberosa es la Diosa. Los aztecas también se dieron buena cuenta de ello y ahora Perris Montecarlo nos lo trae como uno de los tesoros de la antigua civilización mexicana. Un nardo especiado con cardamomo, aromatizado con lavanda, acompañado por otras flores como la gardenia o el jazmín, para terminar en un fondo empolvado de cedro, vetiver y almizcle. Tubéreuse Absolue es todo lo que una fragancia con ese nombre tiene que ser, intoxicante y cautivadora.